En un tiempo notablemente corto, la agenda transgénero radical ha arrasado con todo, expandiendo rápidamente su dominio burocrático en el gobierno, la educación y la medicina a través de una avalancha de regulaciones que restringen la libertad. Atrapados desprevenidos por este ataque repentino, los padres, pastores, directores y administradores católicos necesitan normas claras y coherentes para navegar en estas aguas turbulentas de la sociedad y guiar a quienes están bajo su cuidado a un puerto seguro.
Esta declaración de política aplica la enseñanza Católica sobre la sexualidad humana y la moralidad a los desafíos que presenta la teoría de género a las organizaciones e instituciones Católicas en la Diócesis de Baker, especialmente a las parroquias y escuelas Católicas. La política proporciona orientación autorizada para manuales, acuerdos de empleados y capacitación para empleados clave en toda la diócesis. Bajo su guía, la política reúne a empleados de la iglesia, voluntarios y personas jóvenes o mayores que llevan a cabo el trabajo de la Iglesia. También incluye a todos los proveedores contratados en su contacto en el sitio con las personas al cuidado de la Iglesia.
El Desafío a la Fe
Las Escrituras enseñan que cuando el Hijo de Dios vino al mundo, le dijo a su Padre: “Me formaste un cuerpo” (Hebreos 10:5). Siglos antes, un momento similar de auto-reconocimiento había provocado elogios llenos de asombro del Salmista: “Mis huesos no Te estaban ocultos”, Quien “formó lo más íntimo de mi ser . . . en el seno de mi madre. Estoy maravillosamente hecho” (Sal 139: 15, 13, 14).
En el drama de los Evangelios el cuerpo humano del Verbo Hecho Carne ocupa un lugar central: el cuerpo diminuto del Niño, el cuerpo transfigurado del Hijo Amado, el cuerpo crucificado del Rey de los Judíos, el cuerpo resucitado del Vencedor de la muerte. El Hijo de Dios tomó carne de la Virgen María y entregó su cuerpo a la muerte para destruir la muerte y resucitar nuestros cuerpos a la vida. En palabras de San Pablo, el Salvador del mundo vino a ser “el Salvador del cuerpo” (Ef 5,23).
Mientras se disponía a sanar, enseñar y expulsar demonios, Jesús hizo suyo el asombro del Salmista. “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan”, dijo a sus discípulos; “porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos" (Mt 19,14).
Conscientes del mandato de su Salvador, los padres encomiendan a sus hijos a las parroquias y escuelas Católicas para su formación en la enseñanza Cristiana sobre la dignidad de la vida humana, el bien del cuerpo humano, la santidad del matrimonio y la centralidad indispensable de la familia. No envían a sus hijos e hijas para ser adoctrinados en la ideología transgénero radical que les impedirá venir al Señor. Por lo tanto, es necesario establecer distinciones.
Los Católicos creen que nuestra identidad como hombre o mujer es una parte esencial del plan divino para que la raza humana “crezca y se multiplique” mediante la unión corporal de hombres y mujeres en matrimonio. De esta unión de una sola carne de marido y mujer nacen sus hijos, criaturas del amor de su Creador por ellos exactamente como son.
Lo más pronto que los niños lleguen a saber que Dios los amó a la existencia para compartir Su amor para siempre, con más confianza aceptarán y cuidarán su cuerpo como el regalo irrepetible e irreemplazable que es—hecho de manera maravillosa e intrincada en el diseño misterioso de Dios.
Sin embargo, como resultado del pecado original, es bien difícil crecer y madurar. Luchar con nuestra identidad sexual, preguntarnos sobre el significado de nuestra masculinidad y feminidad, es una parte indispensable para aprender quiénes somos como personas. Sin embargo, para un segmento estadísticamente minúsculo de la población, la experiencia personal única de identificación de género es desgarradoramente difícil de integrar con el sexo biológico.
Ante tan dolorosa confusión, los Cristianos recuerdan el sufrimiento encarnado en Jesús. En Sus últimas horas el cuerpo preparado para Él fue sumergido en un abismo sin fondo de rechazo público—físico, emocional, político. Pilato lo condenó; los soldados lo desnudaron, lo coronaron de espinas, lo escupieron. Los espectadores se burlaron de Él; los transeúntes lo injuriaban. Aun Dios parecía haberlo abandonado (cf. Mt 27, 29-30, 39, 46).
Pero el Abandonado no nos abandona a nosotros. Penetrando en los rincones más oscuros de la soledad, el miedo, y la vergüenza, el Hijo Eterno permanece fiel a Su nombre: “Emmanuel”. Cuando estamos más solos, Él siempre es “Dios con nosotros”. Él se identifica con cada ser humano como alguien por quien soportó la oscuridad mortal de la cruz.
La miseria que provoca la disforia de género lleva a los activistas transgénero a sacar la dura y rápida conclusión de que el género es una elección puramente personal, intrínsecamente desconectada del sexo biológico. Insisten enfáticamente en una solución única al problema: la “afirmación” incondicional del “género experimentado” de una persona por encima y en contra de su sexo biológico, junto con el estímulo activo para el proceso de transición de género hasta su conclusión quirúrgica. Aquellos que se apresuran a interrumpir el desarrollo sexual natural no prestan atención a las consecuencias que por vida limitan la vida y que la mutilación médica pone en marcha, y están ansiosos por negarles a los padres cualquier voz en retenerlo de sus hijos.
Tal hiperurgencia exagera en gran medida la frecuencia de la confusión de género profundamente arraigada en la población e ignora su naturaleza preponderantemente transitoria en los adolescentes a quienes aflige. En los años antes que la teoría de género viniera en prominencia, los niños que creían firmemente que estaban en el "sexo equivocado" eran una rareza—dos décimos del uno por ciento según una estimación.
Todavía son una rareza, pero su sufrimiento es grave y merece nuestra compasión. Sin embargo, para nuestra gran desgracia, nos encontramos en agudo desacuerdo sobre lo que la verdadera compasión exige en su condición. Más del 80 % de los niños con problemas severos de identidad de género lo resuelven durante la pubertad con tratamiento psicológico o sin tratamiento alguno; luego reanudan el desarrollo normal. En marcado contraste, de los niños que reciben cuidado afirmativo de género, solo el 3% ve tal resultado.
Tal evidencia va en contra de la prescripción de la teoría de género para la experimentación social sin precedentes en los niños. A medida que surge información adicional que corroe aún más su fundamento revolucionario, los Cristianos no deberían sorprenderse. Porque la ciencia a nivel celular confirma lo que enseñan las Escrituras: la base biológica de nuestra identidad sexual está más allá del alcance del ingenio humano para alterarla. No tenemos poder para deshacer el diseño creativo original de Dios cuando nos hizo a Su imagen, porque nuestra identidad sexual no se nos asigna al nacer; nos lo da Dios en el vientre.
Las intervenciones hormonales subsecuentes no alteran nada de la identidad sexual cromosómica de una persona, ni las llamadas cirugías de "cambio de sexo" pueden deshacer la sexualidad de una persona creada como hombre o mujer. Tener la intención directa de cambiar el sexo corporal dado a uno en uno "nuevo" significa tener la intención de alterar lo inalterable. Porque si bien es posible distinguir el sexo del género, no es posible separar el género del sexo. “Lo que Dios ha unido”, dice Jesús en otro contexto, “no lo separe el hombre”.
Avanzando en la Fe:
Reglas para el Camino Adelante
La sexualidad humana viene como un regalo del Creador—“varón y hembra los creó”—y el regalo saca a la luz una clara norma de comportamiento: el sexo biológico de una persona debe proporcionar la base para todas nuestras interacciones en las parroquias Católicas, organizaciones e instituciones.
Las instituciones Católicas no deben cuestionar públicamente su identidad Católica mediante la publicación de carteles o símbolos o la adopción de programas, textos o prácticas que promuevan la ideología transgénero.
Como principales educadores de sus hijos, los padres tienen derecho a la información sobre los materiales curriculares y los eventos programáticos que afectan el desarrollo sexual de sus hijos.
Cualquier documentación parroquial, organizacional o institucional que requiera la designación del sexo de una persona debe reflejar el sexo biológico de esa persona. Ninguna persona puede designar un "pronombre preferido" en el habla o por escrito, ni las parroquias, organizaciones o instituciones deben permitir tal designación o usar el plural ellos/sus en lugar del singular ella/su o él/su.
Los oradores públicos en eventos de la iglesia o la escuela deben dirigirse a las personas y referirse a ellas con pronombres que sean consistentes con su sexo biológico.
Todas las personas deben utilizar el baño o vestuario que corresponda a su sexo biológico.
Todas las personas deben seguir códigos de vestimenta específicos para su sexo de acuerdo con su sexo biológico.
La participación en actividades extracurriculares específicas del sexo en la iglesia o la escuela debe ajustarse al sexo biológico de los participantes. Los organizadores coordinarán alojamiento durante la noche en campamentos, retiros y reuniones de adultos jóvenes y jóvenes de acuerdo con el sexo biológico de los asistentes.
Un joven que toma medicamentos bloqueadores de la pubertad elige un camino reñido con el desarrollo humano integral, porque el proceso de transición de género implica el rechazo del cuerpo como regalo de Dios. La gran mayoría de los niños que detienen artificialmente el desarrollo puberal natural de esta manera continúan tomando hormonas del sexo opuesto. Siendo este un resultado que no podemos apoyar, tampoco podemos aprobar el camino que conduce a él y las cirugías que de él se derivan.
Por lo tanto, los jóvenes confiados al cuidado de la iglesia no pueden tomar drogas que bloquean la pubertad, incluso si se las administran ellos mismos, en la propiedad de la parroquia o en una actividad parroquial fuera de las instalaciones, con el propósito de reasignación de género real o potencial.
Damos la bienvenida a los no Católicos a participar activamente en nuestra vida parroquial, especialmente en las escuelas Católicas. Sin embargo, la experiencia de otras partes muestra que la hostilidad abierta hacia esta política o el desafío público a las enseñanzas de la Iglesia que la apoyan socavan nuestra identidad Católica y contradicen nuestra misión institucional. Los estudiantes y los padres que profesan o promueven la agenda transgénero en efecto toman la decisión de no inscribirse o de retirarse de una escuela Católica. La escuela respetará su decisión: no se les ofrecerá la admisión, o se les pedirá que se den de baja si ya están matriculados.
No esperamos que todos estén de acuerdo con esta política, pero sí contamos con que respeten nuestro derecho a establecerla de acuerdo con nuestras creencias católicas fundamentales. Es importante recordar que el respeto es una calle de doble sentido—una calle que nos guia a la paz en el pueblo.
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Reverendísimo Liam Cary | |
Obispo de Baker | |
7 March 2023 |